lunes, 23 de febrero de 2015

Pasado, presente y futuro.



“Temía no poder aferrarme al mástil antes de sucederse la tempestad.

Mi temor fue que mis brazos resbalaran por la húmeda madera, deslizándose mi cuerpo por la cubierta, observando a mis compañeros asegurando sus tristes vidas. En el momento en el cual mis apoyos se desplomaban, sentía un alivio. La alborotada vida, contra la tranquila muerte.
¿Sería acaso lo que buscaba? Caer por la borda  y naufragar por el bravo mar hasta hundirme en sus aguas. Inconscientemente, en mi psique, deseaba que así sucediese.

Llegaron las primeras ráfagas de viento, acompañadas de granos acuosos que golpeaban de manera extremadamente violenta contra mi rostro. Nunca había visto semejante fuerza de la naturaleza actuar contra mí. Allá, en el cielo, habría algún dios justiciero, sentenciándome por todos mis pecados.

El temporal transcurrió de manera acelerada y yo me afané en no soltarme del mástil. Mi subconsciente me repetía cada segundo de la tormenta que lo hiciese, que me dejase llevar por la mar para así tener un final trágico, pero digno para uno al servicio del ponto.

No tuve agallas para soltar el mástil enclavado en la cubierta, y no me arrepiento de ello.

En aquella época, no tenía nada por lo que luchar. Ahora tengo una familia y me gano el jornal en tierra firme. Mis reiteradas súplicas fueron escuchadas al fin. Es por esto, por lo que nunca te has de rendir, sea cual sea la situación en la que deambules.

El pasado se olvida relativamente rápido cuando hay un futuro que merece la pena vivir.”

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